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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Rebobinar


Hace tiempo que no vuelvo aquí, aquí que es más bien cuándo, tú ya me entiendes. 

No me digas que no has pensado en cuando éramos luz de coral, antes de sobrevivir, antes de los ciclones, antes de todo. No me digas que tú eres de piedra y  no recuerdas las manos, la voz, no me digas que el verano es un resquicio del invierno y que no te acuerdas de las tardes en el patio de alante tomando café, leyendo revistas o de las siestas en el sofá con las persianas bajadas. No me digas que no te acuerdas de cuando éramos todos uno, cuándo los padres jugaban la partida de noche, cuando nos íbamos del brazo a tirar la basura, cuando venías a buscarnos a la plaza después de cenar. No creo que la tierra haya borrado tu memoria, no creo que no sepas quién soy, no creo que el suelo se haya tragado tu amor. Necesito refugiarme en tanta gente que me falta país, necesito tanto sentirme contigo que no puedo imaginarnos en otro lugar que no sea este. Necesito llorarte cada día y cada año. Necesito mi mundo entero con todas sus piezas fundamentales, todas vivas; necesito retroceder en el túnel, necesito no salir nunca. 

No existe más dolor que yo, no existe pena más grande que la mía, no pueden desmembrarse más las ramas de este sauce, no puedo querer con más fuerza atrapar las paredes del tiempo y arañarlas y darles la vuelta hasta retroceder hasta la fecha que tú y yo estamos pensando, cuando soñar era gratis y no esperábamos la tormenta, cuando nos abrazábamos sin decirnos adiós cada día.

La tía Nuria me dijo ayer que en el fondo hemos tenido mucha suerte. Llevaba puesto tu reloj como amuleto y claro que lo usa para mirar la hora, los minutos y los segundos; pero yo sé que le da cuerda hacia atrás cuando nadie mira, por si acaso funciona. Tal vez algún día funcione.

domingo, 16 de septiembre de 2018

Cuando se congeló el tiempo

Ocurrió un amanecer de septiembre, sobre las cinco de la mañana. No dormí nada en toda la noche y soñé con una camilla de hospital y tus manos hinchadas y heladas. Yo sólo repetía: abuelo, ¿por qué estás tan frío, por qué estás tan frío? Tú me soltabas la mano despacio y te emborronabas como una acuarela empapada por el agua. De repente me desperté en la cama de mi hermano con una anguila retorciéndose en mi corazón, pero el mundo en calma. Cuando pensaba que todo había sido sólo un mal sueño, una cena pesada, la incertidumbre clavándose en mi centro como un puñal, sonó el teléfono. Las cinco y diez: la hora exacta en la que se congeló el tiempo. Y yo, que no sabía que acababas de despedirte de mí para siempre,  salí fuera y fumé y fumé en la terraza, pidiéndole al cielo que no te llevara, envuelta en una manta de cuadros como un rollito de primavera sentada en una silla de playa.


jueves, 17 de mayo de 2018

Ahora y desde aquí

No quiero ver películas de amor que me recuerden cuando existía el amor y yo podía tocar sus hebras y trenzarlas en mi pelo. Cuando todo eran columpios y estábamos en lo alto rozando las nubes con los dedos de los pies. Cuando los buenos días y las buenas noches se podían saborear como una macedonia de momentos puros que eran cortos pero frescos y puros, como cuando me quedaba quieta mirando-te.

No quiero que se me aparezca tu cara en medio de la noche; no quiero pasar dos veces por tu espejo y no quiero tener que rezar a Dios por las hormigas del desierto.


lunes, 1 de enero de 2018

Aristas

El amor herido confundido que dudaba de sí mismo y su caridad. El amor con agujeros en las manos por donde se escurrian gotas doradas de esperanza que vinieron a regar el futuro. El amor que se deshizo sobre sí mismo como un ave fénix y resurgió de sus cenizas en una bola de fuego. El amor despistado en la incertidumbre de no saber que es lo que quiere. El amor que grita y rompe los cristales de las ventanas. El amor que muerde y deja marca. El amor que se clava en la tripa como un cuchillo afilado. El amor que vuelve y envuelve con sus plumas en caricias lo que está roto. El amor que cura y recoge con los dedos lo que está sucio. El amor que llena de luz lo que toca. El amor. 

domingo, 10 de diciembre de 2017

Alientos

Eres sierra de montaña, una sierra llena de montañas salvaje y estable y también inmóvil para el tiempo y la distancia. Eres el aire que emana la gente y que luego vuelve a respirar para soltarlo después y así hasta el día en que se mueran. Nacerán otros y tú seguirás siendo su aire, el reflejo en las ventanas de los edificios altos, las manos que empujan su espalda, pedazos de nubes rasgados por el sol. Y ellos morirán, y sus madres y sus hijos llorarán. Ellos morirán para siempre, pero nunca lo harán, porque se convertirán en el aire que emano y en los recuerdos tuyos y en trozos de la cara de la gente y en historias que contar y en el latido de alguien. Dentro de todos nosotros siguen y nos arrastran hacia adelante, por eso dentro seguirán vivos. Dentro junto al corazón que duele y sangra que no puede tocarlos sin darse cuenta que nunca se soltará de ellos del todo. Y aliviado respiras.

martes, 12 de septiembre de 2017

Para Day

Odio la muerte 
y todas esas cosas malditas que aíslan y separan a las personas. 

El otro día rompí a llorar en una discoteca porque pensaba que ibas a aparecer por la puerta en cualquier momento. Y tú no entrabas.
Es un antro de mierda y las copas son de garrafón, pero siempre terminábamos allí las noches improvisadas. Y tú no entraste. 
Quizás porque has cruzado las puertas de un jardín inmenso lleno de nubes y aire fresco. Allí hace sol todos los días y llueve a petición, sólo cuando echas de menos el olor a tierra mojada. Supongo que te ponen de comer arroz con verduritas aderezado con alguna especia rara de esas que sólo tú conoces; que tienes barra libre de mojitos de sabores y suficiente leña para hacer hogueras. Espero que te estén tratando como te mereces, que puedes hacer lo que quieras y que nos miras de vez en cuando entre partida y partida de Play. Sólo espero que estés bien. 

Te echo de menos más de lo que tarda en irse el invierno. 

domingo, 28 de mayo de 2017

Mirarlo

Es como si me abrieran en canal
para llenar mi corazón
de espinas de sal.

lunes, 28 de septiembre de 2015

Durmiendo

Tal vez sea una cobarde por no plantarte cara de una vez y ponerte contra la espada y la pared, pero si lo hiciera, sé que apartarías la hoja afilada y me darías un abrazo de esos que te saltan los puntos de las costuras, como haces siempre. 

Por eso seguimos ahí, entre tonos de grises que se alejan de lo blanco y de lo negro; pero a la vez cerca, como fotos decoloradas atrapadas en un álbum de piel. Nos veo ahí, tumbados en la hierba respirando deprisa. O ahí, gritando en la noche más negra. Te veo a ti sentado en un banco esperando. Me veo a mí sentada en un banco perdonando. 

Nos veo, y como no dejo de verte no puedo evitar quedarme quieta. Retrasar la pregunta clave que podría llevarnos al blanco o al negro en cuestión de segundos. ¿Y si no todo depende de esos dos colores? ¿Y si en el gris estamos más a gusto? ¿Y si nadie lo comprende?

¿Y si dejamos que la luz atraviese la persiana y seguimos durmiendo? 


miércoles, 22 de julio de 2015

Ave Fénix

Se me bloquean las palabras cuando quiero explicarte cómo las arañas me trepan por las tripas y me suben hacia arriba para envolverme el corazón. 

Lo podrías haber hecho de manera elegante, o al menos incluir la discreción en tu parrilla de cualidades. O el respeto. O la empatía. O el cariño. O la confianza. O el tiempo. Tiempo es lo que ahora necesitamos para pisar el freno, vendar las heridas y barrer las cenizas de un volcán que ha cubierto nuestra playa. Y se mezclan con la arena, y ya no sé si son grises o doradas, si voy, si vengo, si me llamas, si me sueltas, si me buscas, si me encuentras, si te importo, si me alejas, si me envuelves en papel de burbujas, o si te lanzo misiles de guerra. 

Somos venenosos el uno para el otro y a la vez tan adictivos como necesarios. Imantados por las puntas de los dedos, solo queda esperar y ver si pesa más en la balanza el corazón que le pusimos y lo que nos pertenece, o las ganas de marchar. Pero eso es algo que el calendario nos lo dirá. 




jueves, 12 de marzo de 2015

Una mattina

Guardaré tu sonrisa antes de dormirte del todo
junto a unas cuantas caricias en mi espalda y ese beso en la frente.
Guardaré tus andares hasta el cuarto de baño
y la imagen de tus hombros rodeando los míos.

Guardaré los pedazos de una tarde
que acabó en un montón de cenizas a mis pies.
Que yo no paraba de temblar y tu de mirarme
con un ''no''en los labios que derrumbaría muros de hormigón.

¿Cómo quieres que me sostenga en mis razonamientos
si todavía retumba en la base de mis cimientos?

Guardaré tus manos con las mías.
Guardaré mis ojos con los tuyos, juntos,
y sus chispas, y sus miradas espías.

Guardaré todo en una maleta azul
y me iré lejos, donde no puedas alcanzarlos.

domingo, 27 de julio de 2014

Deja que sea

La música me late en el pecho como por el centro, junto al corazón. Noto como mi cuerpo vibra con cada nota, un color me inunda las venas coloreándome por dentro. Me remueve las entrañas; la música me remueve las entrañas. 

Y aquel día saltando entre la gente me sentí invencible y tan pequeña a la vez, que no sabría definirlo bien. Las letras de sus canciones me sacudían las arterias, estaban escritas para mí y yo me las sabía todas de memoria. Sus canciones contaban mi historia. Sudaban delante de mí, acariciando la guitarra, y si hubiera alargado el brazo podría haberle robado la púa al primero. Yo solo buscaba su mirada desde la segunda fila, embobada con sus patillas. Cantaba: ''no digas que no te advertí que soy peor que un tiro a quemarropa al corazón''. Tal vez lo fuera, pero a mi me daba igual, me estaba enamorando. Y seguía: ''de pequeña no aprendiste a nadar, hace poco que me lo has contado, vente y yo te enseñaré a volar mientras vienen los demás a nado'', mientras miraba hacia un punto fijo en el público. Y yo sentí celos la destinataria que escuchaba estos versos desde algún rincón de la zona VIP; joder, yo quería ser la chica de sus canciones, yo quería que me señalara desde el escenario...

Pero solo me llegaba su música, que me ponía los pelos de punta y me abatía como un huracán.

Llegó el momento y saltó al escenario la estrella, el más grande de todos y a la vez el más flaco, con la mirada perdida y aire de pirata. El que se desprendía de su música para compartirla conmigo. Me miró desde arriba con pólvora en los labios y yo me sentí la chica más especial de Madrid, y no me pude aguantar las ganas de gritar porque ojalá no mueran nunca los cantantes, ni se suelten los amantes. 

Yo no sé qué clase de duende lleva dentro, yo no sé como construye tanta magia solo con una guitarra, pero si pudiera ser la vida un eterno concierto suyo, yo firmaba ahora mismo. Porque nunca se me olvidará esa noche, cuando salí sudando de la pista de baile sintiéndome parte de algo; feliz, porque en ese concierto fui feliz. 

Y es algo complicado, algo que se te mete en las tripas, como una gran polilla aleteando sin descanso para que la música jamás deje de sonar, como un halcón que eleva el vuelo...


lunes, 10 de marzo de 2014

Tu herida

Luces, la música a todo volumen, tabaco y alcohol. Una mano en la cintura, unas palabras al oído, un beso que se aproxima. 
Una caña a las tres de la tarde en el bar de la esquina, una mano sobre su pierna. Gafas de sol, risas y un número de teléfono.
Un coche que derrapa y se detiene a eso de las 6 de la mañana. Suben la radio y la chica canta.

Es como si alguien contemplara la escena desde atrás. Siempre la misma protagonista rodeada de distintos actores. Todos se han aprendido bien el guión pero ninguno siente lo que dice, ni dice lo que siente... porque no sienten nada. Ninguno de ellos es...tú.

Yo, que parezco la más fuerte, la más segura, me resbalo entre recuerdos y me pierdo en los malos y los buenos. Yo que no quería saber de ti, siempre que puedo te robo un segundo de tu tiempo. Yo, que siempre he sabido que camino coger, que siempre he confiado en mis propios pies, me he perdido. En cambio tú, que siempre has sido el que vagaba sin rumbo, el de los ojos profundos, ahora estás cómodo y fluyes. Y me da por pensar que quizá era yo el motivo de que no estuvieras a gusto, o fueras tú, o los dos, o no sé. 

Cada uno olvida como quiere, pero sobre todo como puede. Que dos años dan para mucho y teníamos cosas tan brillantes que nunca nadie podrá devolverme. Que quizá yo esté distraída, pero es una tapadera que utilizo siempre para esconder que todavía me dueles. No es por justificar mis idas y venidas, no es por explicarme. Es porque un día te colaste en mi cabeza y ahora yo ya no puedo sacarte. Tu papel todavía sigue vacante y nadie podrá representarlo como tú lo hacías.

Da igual el tiempo que pase, da igual con quién vaya o venga si cuanto más me esfuerzo por borrarte, más fuerte me coloreas. Que todavía te oigo hablar y se me remueven las tripas, como cuando te miro y tú me miras, estoy segura de que puedes leer en mis ojos tu herida. 


¿Qué te crees? ¿Que yo no me como las paredes y los techos de mi habitación pensando en qué salió mal?
Pues ya ves, yo sigo aquí, olvidándome de ti un par de veces al día.