No quiero ver películas de amor que me recuerden cuando existía el amor y yo podía tocar sus hebras y trenzarlas en mi pelo. Cuando todo eran columpios y estábamos en lo alto rozando las nubes con los dedos de los pies. Cuando los buenos días y las buenas noches se podían saborear como una macedonia de momentos puros que eran cortos pero frescos y puros, como cuando me quedaba quieta mirando-te.
No quiero que se me aparezca tu cara en medio de la noche; no quiero pasar dos veces por tu espejo y no quiero tener que rezar a Dios por las hormigas del desierto.
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