Estás ahí desde el día en que abrí los ojos, o tal vez los cerré para siempre. Eres el frío que amenaza con congelarme, el insomnio que me mantiene en vela toda la noche, la sombra que duerme en una esquina de mi habitación bajo una montaña de culpa. Nunca podrán entenderte porque ellos no entienden nada, no son capaces de escuchar un susurro del viento. Por mucho que corran no podrán cogerte porque ellos no tienen alas, y por mucho que miren no podrán verte si tú no dejas que lo hagan.
Pero eres real, tan real como las nubes que, aunque no se puedan coger con las manos, son capaces de provocar una tormenta tan fuerte que toneladas de lluvia dejen la ciudad escondida bajo el agua.