Todos los veranos me traes una bolsita de papel con alguna chorrada dentro que, probablemente, hayas comprado en un mercadillo cutre por 1,5€. Bueno, pues todos los veranos destrozo la bolsita ansiosa de ver lo que hay dentro... y todos los veranos me sorprendes. Si hay algo que haces de lujo es sorprenderme. ¿Te acuerdas de cuando éramos unos críos de nueve años? Tu tenías el pelo más rubio que ahora, y yo las gafas más grandes. Tu venías del otro lado del océano y yo nadaba de puta madre. Competíamos por ver quién acababa antes los deberes, o quién hablaba mejor inglés. Jugábamos uno contra otro en la mesa de ping-pong con una pelota roja gigante todos y cada uno de los recreos.
Y ahora hemos crecido, ahora somos chicos mayores de esos que juegan en el patio de arriba y se quedan los viernes saltando en las colchonetas del gimnasio. Ahora somos tan mayores que nos hemos graduado en el instituto y vamos a la universidad, tan mayores que nos recorremos medio Madrid escondiendo regalos por las esquinas, tan mayores que cumplimos 19 añazos. Porque tú cumples 19 añazos, y me siento afortunada de pensar que la mitad los has vivido siendo mi amigo.
Tal vez no haya elegido bien las palabras de esta dedicatoria, tal vez no sepa elegir tu próximo regalo; pero hay algo que nadie me puede negar, y es que, igual que cuando éramos unos enanos, yo me he coronado eligiéndote en mi equipo.
Felicidades, te quiero.
Y sólo quedarán
los buenos momentos de ayer
que fueron de los dos
y hoy solo quiero creer...
Que recordarás
las tardes de invierno por Madrid,
las noches enteras sin dormir...