Me oigo a lo lejos como un murmullo lejano.
Tranquila que ya te he visto.
Tranquila que te voy a dejar salir.
Estás en las vísceras donde naciste
y te remueves y acabas de despertar
y yo te he escuchado rugir
y ya no puedo ni quiero callarte.
Has saltado desde el tejado
y puedes y sabes flotar, levitar.
Qué maravilla tenerte, mirarte.
Qué injusto sería apagarte
qué locura no invitarte a la fiesta.
Qué manía tienes de romperte
y de romperme la cabeza.
Haremos equilibrios sobre el papel
buscando el epicentro, el metal.
Dividiendo aquello que sume,
buceando al fondo del mar.
Que ya no puedo ni quiero callarte.