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lunes, 30 de julio de 2012

Cincuenta millones de estrellas.

Debería haber estrellas en Madrid, como las que hay en el cielo que cubre las playas del Algarve. Cincuenta millones de estrellas que nos miren desde el aire y tú y yo tumbados en la arena. Huele a mar, y desde Orión alguien se ha ofrecido a detener el tiempo para nosotros. Toda la playa es nuestra, toda mi vida es tuya. Si me pidieras que saltara desde el acantilado más alto, yo planearía sobre las olas para aterrizar a tu lado. ¿Por qué? Pues porque no puedo negarte que me atrae la sensación de vértigo, esa que me invade cuando me apartas el pelo de la cara y sonríes de medio lado. ''¿Qué estás mirando?'' me preguntas siempre. ''¡Lo que me da la gana!'' Es una respuesta muy vaga, ya lo sé...pero nunca se me ocurre nada mejor. ¿Qué estoy mirando? A ti, claro, pero ¿el qué? Ni idea. A veces me quedo embobada con tus ojos, oscuros, un poco achinados tal vez. Buceo en tu mirada tratando de encontrar la respuesta a todas las preguntas que me hago a mí misma. Otras veces, me cuelgo de tu voz, te escucho sin interrumpirte, porque cada cosa que dices es más importante que la anterior, y tiene más sentido si sale de tu boca que si la dijera cualquier otro. Cómo te mueves, cómo respiras, cómo sonríes. Eres el único que sabe tranquilizarme, el que me roba carcajadas con un par de cosquillas, el que me chincha porque dice que ''enfadada estas más guapa, rubia''. ¿Que haría yo si te fueras? Probablemente no saltaría desde ningún acantilado, no pisaría de nuevo la arena del Algarve, no detendría el tiempo por nadie y no volvería a Madrid si desde el cielo me miran cincuenta millones de estrellas.

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